Pueden forzarte a decir cualquier cosa, pero no hay manera de que te lo hagan creer. Dentro de ti no pueden entrar nunca.

George Orwell






martes, 25 de febrero de 2014

LOS VASCOS LLEGAN; ADUANA BLOQUEADA


Las sirenas de la bahía resonaron entre la niebla que cubría los entornos de la gran ciudad, como señal inequívoca de que un barco se acercaba al final de un largo viaje, que durante semanas habría soportado a través del Atlántico norte. Los pasajeros de aquel barco que estaban dispuestos a poner en riesgo todos sus ahorros, jóvenes dispuestos a labrarse un futuro mejor en tierras americanas, porque aquella Europa de finales del XIX y principios del XX cada vez era más pobre, las guerras, el hambre y la falta de esperanza estaba consumiendo la vieja sociedad. Por ello muchos jugaban sus cartas para atravesar las puertas de la "tierra prometida", aquel acceso se llamaba Nueva York, pero una pequeña isla y sus funcionarios tenian la última palabra, era la aduana de Ellis Island.

En 1892 el presidente Benjamín Harrison decidió poner un límite a la entrada de inmigrantes en Estados Unidos, se debía impedir el paso a criminales, enfermos y anarquistas, para ello se debía analizar minuciosamente a cada individuo que quisiera ingresar en suelo americano. Millones de personas tendrían que atravesar la isla de Ellis hasta 1956, inspeccionados, interrogados, incluso  puestos en cuarentena, no quedaba otra que esperar y cruzar los dedos para que las puertas se abrieran definitivamente. Millones de europeos entre los que había irlandeses, británicos, ucranianos, italianos o griegos entre muchos otros, actualmente más de 100 millones de personas en Estados Unidos provienen de aquellos infelices.

Aquel era el destino para el barco,  por fin atracaba en la isla aquel 19 marzo 1911, mientras  recorría los últimos metros para detenerse, muchos de los 1000 pasajeros de a bordo observaban con asombro y con ilusión  la privilegiada testigo que iluminaba con su antorcha la puerta de América, era ella, la Estatua de la Libertad, de la que todos los inmigrantes habían oído hablar. Pero aquel día un grupo de 150 jóvenes entre 16 y 20 años iban a alterar el funcionamiento habitual de los funcionarios, hablaban un idioma diferente, parecía más bien que aquellos muchachos salían de las entrañas de algún transbordador espacial y aterrizaban en la luna.

Aquellos jóvenes provenían de diferentes zonas de Euskal Herria, muchos sólo conocían el entorno de sus pueblos y caseríos, conocían las labores del campo, el trabajo en la casa familiar, la agricultura y sobre todo la ganadería, por lo que su objetivo era alcanzar el noroeste de Estados Unidos, los estados de Nevada y Montana, donde trabajarían durante duras y largas temporadas en el cuidado de los grandes rebaños de ovejas, aquella sería la especialidad del inmigrante vasco hasta los años 70 del siglo pasado. Antes también habían llegado muchos vascos a la aduana, pero habitualmente también se arreglaban en castellano o francés, pero aquellos jóvenes sólo conocían su idioma autóctono y como dijo el cronista del New York Times "todo les sonaba a griego" (para nosotros chino).

No había manera de hacerles entender lo que tenían que hacer, llegaron traductores de francés, castellano, inglés e incluso alemán, pero nada aquellos chavales no se enteraban absolutamente de nada, los funcionarios empezaron a perder la paciencia porque aquello estaba originando grandes colas, el malentendido enseguida llamó la atención de los periodistas. El cronista del New York Times los describió como jóvenes callados y con aspecto duro, la mayoría hombres jóvenes que llevaban txapela, alguna mujer también se podía distinguir. Finalmente se pudo saber su procedencia, eran vascos,  la solución era encontrar una persona que supiera el idioma, algún compatriota asentado en Nueva York que también supiera inglés, encontraron un tipo con esas características que finalmente soluciono el problema, aquello permitió que los 150 pasajeros vascos del buque fueran admitidos y llegaron finalmente a Manhattan,  la gran urbe estaba ante ellos, un futuro duro pero esperanzador les esperaba, aunque  la epopeya continuaba, les quedaba un largo viaje hacia el oeste.

Todo esto me recuerda a la magnífica película de Francis Ford Coppola, exactamente la segunda parte de El Padrino, en esa escena en la que Vito Andolini un niño que huía de la mafia siciliana, llega a la citada aduana de Ellis Island, allí pasa todos los exámenes para decidir si es apto,  cuando llega al registro es preguntado por la traductora por su nombre, el funcionario que no entiende italiano pasa del apellido del chaval y lo confunde con el pueblo  de procedencia, sin quererlo lo bautiza como Vito Corleone. Aunque está basada principalmente en la mafia y la comunidad italiana en Nueva York recoge de forma muy realista la vida en los barrios de inmigrantes de principios del siglo XX. Os traigo este fragmento para que os hagáis la idea de lo que supondria la llegada y el trajín de personas en la Puerta de América.

 
 
 
 

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