Pueden forzarte a decir cualquier cosa, pero no hay manera de que te lo hagan creer. Dentro de ti no pueden entrar nunca.

George Orwell






lunes, 7 de octubre de 2013

EL CABALLERO BLANCO


Existe una leyenda vasca muy extendida, que cuenta la historia de un personaje mítico desconocido al que llamaban Jaun Zuria que vivió en torno a la segunda mitad del siglo IX, como toda leyenda los datos son imprecisos y confusos, hay diferentes versiones y teorías respecto a este tema. Resumiendo y simplificando mucho podríamos decir que una desconocida princesa escocesa llega a la costa vizcaína, se asienta o es abandonada allí y da a luz a un hijo. El joven crece fuerte y robusto. En aquellos tiempos un rey (algunos dicen que podría ser Alfonso II de Asturias) cercano cobraba tributo a los vizcaínos que se negaban a pagar. El asturiano decidió por lo tanto enviar   un ejército para cobrar el tributo pero los vizcaínos que no tenían un líder de sangre real eligieron a Jaun Zuria que era hijo de una princesa, se produjo una batalla  en un lugar llamado Padura. Salió victorioso el señor blanco al que nombraron primer señor de Vizcaya, además clavó una espada para delimitar las fronteras de su señorío en algún lugar de la actual Alava.

Evidentemente nada se puede probar,  pero voy a escribir un relato ficticio basándome en una extraña teoría del historiador Antón Erkoreka, este cree que la procedencia de la princesa y por tanto de su hijo Zuria podría ser vikinga, ya que por aquellas fechas las tierras de Irlanda, Escocia e Inglaterra estaban ocupadas por señores vikingos con nombres tan peculiares como Olaf "el blanco" o Ivarr "el deshuesado". ¿Jaun Zuria era vikingo o hijo de uno? No lo sabemos, pero echémosle un poco de imaginación, permitirme crear mi propia leyenda ficticia, es totalmente inventada así que no busquéis datos científicos, sólo dejar volar la imaginación y entrar conmigo en el Valhalla (el paraíso vikingo).

"He aquí que veo mi padre. He aquí que veo a mi madre, a mis hermanas y a mis hermanos. He aquí que veo el linaje de mi pueblo hasta sus principios. Y he aquí que me llaman. Me piden que ocupe mi lugar entre ellos, en los atrios del Valhalla, el lugar donde viven los valientes, para siempre."

El guerrero número 13.

 

En una gélida mañana de invierno dos ligeros drakkars  vikingos se deslizaban silenciosos por el interior de la bahía, algunas veces habían navegado por aquellas aguas con el fin de asaltar monasterios o lugares donde suministrarse de riquezas y volver a sus bases irlandesas como tantas veces habían hecho bajo el mando de los reyes noruegos. Pero aquella vez era diferente,  viajaban  para no volver jamás al reino de Jorvik y Dublín, iban en son de paz a un lugar donde el todopoderoso Ivarr "el deshuesado" señor de los noruegos no pudiera encontrarlos y proteger a la princesa como habían  jurado tiempo atrás.

La joven princesa a la que llamaron Aslaug, había sido reclamada por el rey Ivarr como concubina, para su anciano padre había sido una tragedia pero consiguió que el poderoso monarca permitiera que su hija tuviera su propio séquito de guerreros, de esa manera la seguridad de la joven estaría asegurada. Pero el deshuesado era conocido por su carácter violento y sanguinario, ostentaba el máximo nivel que un guerrero podía alcanzar convirtiéndose en una auténtica bestia en el campo de batalla, pero su fuerza bruta no se reducía al ámbito militar y regresaba al lecho de sus esposas cargado de ida y las pobres pagaban los excesos de Ivarr. Un día la princesa descubrió que estaba embarazada y temiendo la reacción violenta del rey decidió que aquél no era el lugar para criar un hijo. Consiguió hablar con sus guerreros de confianza y le contaron de una tierra no muy lejana donde los habitantes eran gente pacífica, allí podrían estar a salvo y su hijo podría crecer libremente. Consiguieron una noche escapar con la ayuda de la niebla y gracias a las habilidades de navegación de sus hombres lograron  llegar a unas tierras desconocidas.

Cuando desembarcaron, con gran pena prendieron fuego a sus naves, enterraron sus armas en un escondite donde recuperarlas en caso de dificultades, tenían que presentarse como un grupo de campesinos que habían huido de las hordas viquingas. No tardaron en encontrar un lugar donde fueron bien recibidos por unos hombres que hablaban una lengua extraña, pero parecía buena gente y no preguntaban sobre el origen de aquellos viajeros. Allí nació el joven Sigur, creció feliz entre los hombres de la extraña lengua y fue educado tanto en la fe cristiana como en las creencias paganas de Odín, eso sí,  la segunda la practicaban en la oscuridad del bosque donde también sus instructores le enseñaron el arte de la guerra.

Llegó un día en la que unos extraños hombres bien armados llegaron a la aldea, pidieron que se les pagaran  los impuestos y todos y cada uno de los habitantes así lo hicieron aceptando las humillaciones de aquellos hombres, los hombres de la princesa decidieron hacer lo mismo a regañadientes para no levantar sospechas, además algunos de ellos ya eran de edad avanzada por qué había pasado más de 20 años de la llegada a la aldea. Cuando se marcharon, Aslaug decidió contar su historia a los pacíficos campesinos que tan bien les habían tratado, gracias a la traducción de su hijo Sigur, les desveló su identidad y que había sido forzada por un ser inhumano, los habitantes se creyeron que aquel malvado era un diablo, Sugar lo llamaron ellos.

Les pidió que reunieran a todos los aliados de la zona con el fin de plantar cara a los invasores que pedían los abusivos tributos y que se enfrentaran al poder de un lejano señor que enviaba a estos hombres. Entre los campesinos había algunos que sabían utilizar las armas pero carecían de sentido estratégico y deseaban un líder que fuera noble para poder plantar cara al señor de las tierras del oeste. Todos coincidieron en que Sigur, al que ellos llamaban Zuria (blanco) debido a su cabellera dorada y sus ojos de un azul intenso, estaba claro, era hijo de una princesa, era joven y vigoroso y controlaba las artes de la guerra gracias a sus antepasados vikingos.

No tardaron en llegar los recaudadores venidos desde el oeste, pero al llegar al poblado se encontraron con la negativa de los campesinos quienes esperaban bien armados, Zuria apareció y se presentó como el líder de la revuelta, quiso entonces enviar un mensaje al rey, si quería cobrar el tributo tendría que ir él personalmente, con aquello sabía que la respuesta del monarca sería la guerra, pero ellos estarían preparados. Unos días más tarde llegaron noticias de que un numeroso ejército se acercaba, todos los aldeanos aconsejaron a Sigur que el mejor lugar para enfrentarse en una batalla serían las llanuras de un lugar llamado Padura. Antes de partir a la batalla el viejo instructor vikingo llamó a su pupilo para entregarle un regalo muy especial, había desenterrado y arreglado las viejas armas que hacía más de 20 años escondieron cerca del mar. Un hermoso escudo con un cuervo tallado, era el símbolo de Odín, dios de la guerra y la sabiduría, protegería a Zuria en la difícil batalla, también escogió una hermoso hacha de batalla y una gran espada del mejor acero.

La batalla se produjo el día señalado, ni siquiera el rey del oeste se había atrevido a viajar con sus ejércitos cediendo el mando a uno de sus mejores hombres. No obstante, los vizcaínos, crecidos por el arrojo de su nuevo líder, se emplearon con valentía y consiguieron vencer contra todo pronóstico a los preparados ejércitos invasores. La actuación de Zuria fue heroica, su espada y su hacha destrozaban armaduras, escudos y hombres mientras su rubia cabellera se agitaba por encima de los demás. Su aspecto recordó a los enemigos el aspecto de aquellos pueblos del mar que silenciosos penetraban en las costas cantábricas  asolando todo a su paso, por lo que se retiraron como pudieron perseguidos por los vizcaínos hasta que el joven caballero blanco ordenó que se detuvieran.

Se habían detenido porque el joven había decidido que aquéllas serían las fronteras de los vizcaínos, dentro de ellas se comprometía a defender los territorios ante cualquier enemigo, ya fuera cristiano o moro, normando o godo. Para ello clavó su espada ensangrentada junto a un árbol, en aquel mismo lugar todos los vizcaínos le juraron lealtad al primer señor de los vizcaínos, Jaun Zuria, el último vikingo.
 
 
 

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