Caminaba pensativo por las calles de París, un hombre
vestido con el uniforme de la Gendarmería francesa, de mediana edad, alta
estatura y un fino pero bien colocado bigote, se dirigía a casa después de una
ajetreada tarde en el edificio de justicia de París, donde se había realizado
un juicio y donde era imprescindible y obligatoria la presencia del inspector
que había llevado el caso. Las calles de aquel París de 1922 estaba abarrotada
aquella tarde, los caballeros y damas de toda condición social, el ajetreo
propio de carros, carretas y caballos, los pequeños comercios en los bajos de
las avenidas donde los paseantes podían observar los escaparates y animarse a
realizar algunas compras. Estaban cambiando los tiempos muy rápidamente, la
gran Guerra había originado muchos problemas durante sus cuatro años de
duración y la nación había perdido muchos recursos para vencer al enemigo
alemán, pero la victoria había impuesto a los germanos una indemnización para
la República francesa, todo iba viento en popa en la "Ciudad de la
luz".
"Por fin ha terminado este maldito espectáculo"
pensaba para sí mismo el policía, hacía años que lo habían nombrado Inspector,
no le había ido mal durante su vida y hacía relativamente pocos años había
conseguido convertirse en propietario de una pequeña pero elegante casa en
alguna elegante avenida de la capital francesa, siempre había trabajado en
París y conocía sus calles, sus gentes e incluso la gran mayoría de
establecimientos y antros donde abundaban todo tipo de personajes, desde
admirados artistas hasta los rateros de más baja estofa, nada se escapaba a los
ojos del Inspector Belin. Sumido en sus pensamientos no se había dado cuenta ni
siquiera de que había abierto la puerta de su casa, su mujer no se encontraba
allí, lo más probable es que estuviera entretenida con la vecina, "¿cómo
era su nombre?". Se dirige directamente a la mesa donde se sirve un coñac,
saca su elegante estuche y se enciende un pequeño puro, mientras piensa en el
caso…
Esta tarde por fin han sentenciado al reo, "seguro que
era el asesino" se dice Belin, hacía tiempo que buscaba a aquel miserable,
cuántas mujeres habrían sucumbido a sus asquerosos encantos, ahora lo pagaría
con su vida y perdería la cabeza en la guillotina como era costumbre. En parte
se sentía orgulloso por haber resuelto el caso del asesino conocido como Barba
Azul, a pesar de que las pistas definitivas se habían resuelto cuando la
hermana de una víctima lo había reconocido entre la multitud, en una tienda de
obras de arte. Entonces supo que el nombre del asesino en serie era Henry
Desíre Landru, de 51 años y supuesto autor de unos 11 muertes, de eso ya habían
pasado más de dos años, el proceso contra el criminal había sido muy
complicado, las pruebas que se habían presentado no eran nada claras y además
algunos testigos de forma inesperada declaraban a su favor, el pueblo lo
adoraba e incluso algunos dementes querían que se presentara a las elecciones,
"habrase visto, un asesino de presidente del gobierno".
"Lo mejor será empezar el relato desde el principio, será
mejor que lo apunte en mi diario" piensa y se levanta hasta su dormitorio,
coge el diario donde escribe las notas y los datos desde que recibió el caso, piensa que se sentirá mejor si escribe unas
memorias. Se sienta en su despacho, pero vaya, se da cuenta que no tiene
cenicero, primero prepara el tintero y luego se dirige rápidamente en busca del
deseado recipiente, regresa rápidamente y empieza a escribir sus memorias.
París, a 30 noviembre
1921

Un día, a principios de 1918 el alcalde de un pequeño
pueblo llamado Gambais me llamó a mi despacho por la desaparición de una mujer
de su localidad, la familia la buscaba, Madame Collonb viuda de 39 años y que
había sido vista por última vez con un hombre que respondía al nombre de
Dupont. En un principio me pareció un caso de menor importancia, durante la
guerra muchas mujeres habían perdido a sus maridos, quizás se había fugado con
algún hombre, aún así decidí investigar ya que el señor alcalde me lo había
pedido.
Empecé por repasar los expedientes de las últimas
desapariciones, descarté las de caballeros y mujeres jóvenes, ya que por las
preocupaciones de los familiares podía ser un hombre el responsable de la desaparición
de la señora. Me centre entonces en mujeres viudas de mediana edad, encontré
cientos de datos pero no sacaba nada en claro. Pero entonces casi por
casualidad encontré un expediente que me llamó la atención, la desaparición de
una viuda de 46 años que vivía sola, los fondos económicos que le habían sido
sustraídos estaban a nombre de un tal Dupont, ¿sería casualidad?. La mujer
respondía por Madame Laborde-line y se había quedado sola cuando su hijo se
marchó a vivir con su esposa.

Entonces aparecieron los expedientes de otras mujeres con
ahorros pero que se encontraban solas, como Madame Heon viuda de 55 años y cuyo
hijo había muerto en la guerra. También Madame Jaume una divorciada de 35 años,
por los datos obtenidos parece ser que buscaba esposo, había desaparecido sin
rastro alguno, no era probable que se hubiera marchado por propia voluntad con
ningún hombre, ya que era muy religiosa y sólo aceptaba la unión por vía
matrimonial.
Llamaron mi atención otros dos expedientes de mujeres que
evidentemente manejaban mucho dinero, Anne Marie Pascal de 36 años y que
supuestamente trabajaba de costurera aunque todo el mundo sabía que su fortuna
la había conseguido con la prostitución. Al igual que una bella y conocida
prostituta llamada Marchadier, también de 36 años. Con esto saqué mis cábalas y
pensé que quizás la Señora Heon de profundas convicciones religiosas le habría
dado algún problema con el tema del matrimonio y evidentemente las otras dos no
le daban este problema, y manejaban dinero en efectivo, dinero negro que no
dejaba rastro alguno.
Los datos decían que era un hombre calvo y con una gran
barba, de mediana edad y muy educado, muy poca información, pero a mí me
recordó el aspecto de un pirata llamado
Barba Roja, en cambio se presentaba como un príncipe azul, le puse el apodo de
Barba Azul, descarté por completo el nombre de Dupont porque bien podría
utilizar cualquier otro nombre, Dupont no existía en el servicio secreto y
tampoco era empleado del servicio postal.
Así la lista de posibles víctimas fue creciendo, pero
siguiendo sus rastros no encontraba conexión alguna que me acercara a Barba
Azul. Era tremendamente inteligente, meticuloso y jamás dejaba rastro alguno,
pero no existe el crimen perfecto y tarde o temprano cometería un error. Y así
fue, resulta que la hermana de una de mis posibles víctimas (Madame Bussons,
viuda de 46 años) vio por casualidad a un hombre que respondía a las
características del sospechoso y se presentó en mi despacho para comunicarlo,
el presunto asesino habría sido visto por la mujer en una tienda de obras de
arte. Me puse en marcha rápidamente, reuní algunos agentes para dirigirnos al
lugar, pregunte al dueño del establecimiento que me dio enseguida la pista
definitiva, Barba Azul había entregado su tarjeta de presentación; "Lucien
Guillet, 76, Rochechouart".
A la dirección señalada nos dirigimos el 11de noviembre de 1919,
lo recuerdo perfectamente, me acompañaba mi compañero el inspector
Brandenperger, esperamos hasta las nueve de la noche para asegurarnos de que
nos lo encontraríamos allí, no podíamos esperar a que se diera cuenta. Tocamos
la puerta, efectivamente nos abrió el hombre que buscábamos, en esos momentos
se encontraba con el una joven de cabellos dorados que declaró que era actriz y
se llamaba Fernande Segret. Todavía nos faltaba por saber el verdadero nombre
del sospechoso, cosa que se aclaró con las pruebas que obtuvimos días más tarde
en la casa, se llamaba Henrri Desíre Landru nacido el 12 abril 1869 en París,
casado con Mary Catherine Remy y padre de cuatro hijos.
Pero el resto de pruebas le delataban como asesino de
mujeres. Guardaba meticulosamente recortes de los periódicos de las páginas de
contactos en las que aparecían anuncios publicados por el. Además de numerosas
cartas perfumadas entre las que destacaba una de la viuda Buissons, una de las
desaparecidas. Pero lo más significativo era una agenda donde recogía
minuciosamente todos los viajes realizados a la localidad de Gambais, donde
poseía en calidad de alquiler una villa, ¿sería allí donde escondía a sus
víctimas?.
Días más tarde nos dispusimos a inspeccionar dicha villa,
encontramos una gran cantidad de ropa de mujer que posiblemente guardaba como
trofeo, pero sin rastro de las desaparecidas. Finalmente dimos con un pequeño
horno en el sótano del edificio, revisamos y en su interior repleto de cenizas encontramos
algunos fragmentos óseos humanos, según nuestros forenses. Nos quedamos
horrorizados de la meticulosidad con que trabajaba este hombre, no había dejado
prácticamente rastros y no se podía demostrar científicamente que fuera el
autor material de los mismos, aunque teníamos motivos bastante sólidos para
demostrar su culpabilidad.
Lo que más me impresionó de aquel hombre, era su frialdad,
meticulosidad pero siempre mostrándose distante durante el proceso judicial y
tremendamente arrogante pero delicado en sus formas. En ningún momento parecía
preocupado por lo que le esperaba. Pero finalmente será ahorcado próximamente,
no sabemos cuántas mujeres hizo desaparecer en su horno infernal pero por lo
menos nos hemos librado de un ser tremendamente cruel y peligroso. Aun así hay
que reconocer su habilidad de seducción, durante los dos años que se ha celebrado
este juicio ha recibido cartas de muchos admiradores, mujeres que le declaraba
su amor y hombres que querían verle presentarse a las elecciones, una locura.
El inspector
Belin, cerró su pequeño diario y se quedó pensativo durante un breve momento,
al fin y al cabo se sentía mejor contando las evoluciones de un caso tan
complicado, la prensa había llevado demasiado lejos aquel asunto, pero
finalmente habían atrapado y condenando aquel peligroso psicópata. No obstante,
no se sentiría completamente seguro hasta que no viera rodar su cabeza y se
apagara la vida de aquel miserable.
[Landru fue
ejecutado el 25 febrero 1922, por medio de una guillotina instalada en la
cárcel de Versalles]
[el 25 de
enero de 1968, apareció un cadáver flotando en un pequeño lago, bajo un árbol a
orillas de aquel lago se encontró una carta que decía lo siguiente; "A
nadie culpen de mi muerte. Sufrí por Landru, que aún sigo amándolo. Ahora,
podré reunirme con el". El cadáver pertenecía a una mujer de 70 años, su
nombre era Fernande Segret, la mujer de los cabellos dorados.]
HÉCTOR DE
TROYA
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