Pueden forzarte a decir cualquier cosa, pero no hay manera de que te lo hagan creer. Dentro de ti no pueden entrar nunca.

George Orwell






jueves, 31 de octubre de 2013

BARBA AZUL; EL ASESINO DE VIUDAS


Caminaba pensativo por las calles de París, un hombre vestido con el uniforme de la Gendarmería francesa, de mediana edad, alta estatura y un fino pero bien colocado bigote, se dirigía a casa después de una ajetreada tarde en el edificio de justicia de París, donde se había realizado un juicio y donde era imprescindible y obligatoria la presencia del inspector que había llevado el caso. Las calles de aquel París de 1922 estaba abarrotada aquella tarde, los caballeros y damas de toda condición social, el ajetreo propio de carros, carretas y caballos, los pequeños comercios en los bajos de las avenidas donde los paseantes podían observar los escaparates y animarse a realizar algunas compras. Estaban cambiando los tiempos muy rápidamente, la gran Guerra había originado muchos problemas durante sus cuatro años de duración y la nación había perdido muchos recursos para vencer al enemigo alemán, pero la victoria había impuesto a los germanos una indemnización para la República francesa, todo iba viento en popa en la "Ciudad de la luz".

"Por fin ha terminado este maldito espectáculo" pensaba para sí mismo el policía, hacía años que lo habían nombrado Inspector, no le había ido mal durante su vida y hacía relativamente pocos años había conseguido convertirse en propietario de una pequeña pero elegante casa en alguna elegante avenida de la capital francesa, siempre había trabajado en París y conocía sus calles, sus gentes e incluso la gran mayoría de establecimientos y antros donde abundaban todo tipo de personajes, desde admirados artistas hasta los rateros de más baja estofa, nada se escapaba a los ojos del Inspector Belin. Sumido en sus pensamientos no se había dado cuenta ni siquiera de que había abierto la puerta de su casa, su mujer no se encontraba allí, lo más probable es que estuviera entretenida con la vecina, "¿cómo era su nombre?". Se dirige directamente a la mesa donde se sirve un coñac, saca su elegante estuche y se enciende un pequeño puro, mientras piensa en el caso…

Esta tarde por fin han sentenciado al reo, "seguro que era el asesino" se dice Belin, hacía tiempo que buscaba a aquel miserable, cuántas mujeres habrían sucumbido a sus asquerosos encantos, ahora lo pagaría con su vida y perdería la cabeza en la guillotina como era costumbre. En parte se sentía orgulloso por haber resuelto el caso del asesino conocido como Barba Azul, a pesar de que las pistas definitivas se habían resuelto cuando la hermana de una víctima lo había reconocido entre la multitud, en una tienda de obras de arte. Entonces supo que el nombre del asesino en serie era Henry Desíre Landru, de 51 años y supuesto autor de unos 11 muertes, de eso ya habían pasado más de dos años, el proceso contra el criminal había sido muy complicado, las pruebas que se habían presentado no eran nada claras y además algunos testigos de forma inesperada declaraban a su favor, el pueblo lo adoraba e incluso algunos dementes querían que se presentara a las elecciones, "habrase visto, un asesino de presidente del gobierno".

"Lo mejor será  empezar el relato desde el principio, será mejor que lo apunte en mi diario" piensa y se levanta hasta su dormitorio, coge el diario donde escribe las notas y los datos desde que recibió el caso,  piensa que se sentirá mejor si escribe unas memorias. Se sienta en su despacho, pero vaya, se da cuenta que no tiene cenicero, primero prepara el tintero y luego se dirige rápidamente en busca del deseado recipiente, regresa rápidamente y empieza a escribir sus memorias.

 

París, a 30 noviembre 1921

 

No estoy del todo contento con la condena que se le ha impuesto al señor Desíre Landru. Bien es cierto que hemos conseguido la mayor pena que se le puede imponer a un hombre que ha cometido semejantes aberraciones, pero sólo se ha podido confirmar el asesinato de 11 mujeres y con pruebas que no son para nada satisfactorias. Posiblemente será ejecutado en la horca hacia el invierno del año que viene, pero yo necesito escribir para borrar el desánimo que me causa no haber podido conseguir las pruebas para que fuera condenado por otros muchos asesinatos que habrá cometido, hay que reconocer que el tipo es muy astuto, me da la sensación de que le quitaremos la vida pero no ese orgullo asqueroso con el que nos mira a todos.

Un día, a principios de 1918 el alcalde de un pequeño pueblo llamado Gambais me llamó a mi despacho por la desaparición de una mujer de su localidad, la familia la buscaba, Madame Collonb viuda de 39 años y que había sido vista por última vez con un hombre que respondía al nombre de Dupont. En un principio me pareció un caso de menor importancia, durante la guerra muchas mujeres habían perdido a sus maridos, quizás se había fugado con algún hombre, aún así decidí investigar ya que el señor alcalde me lo había pedido.

Empecé por repasar los expedientes de las últimas desapariciones, descarté las de caballeros y mujeres jóvenes, ya que por las preocupaciones de los familiares podía ser un hombre el responsable de la desaparición de la señora. Me centre entonces en mujeres viudas de mediana edad, encontré cientos de datos pero no sacaba nada en claro. Pero entonces casi por casualidad encontré un expediente que me llamó la atención, la desaparición de una viuda de 46 años que vivía sola, los fondos económicos que le habían sido sustraídos estaban a nombre de un tal Dupont, ¿sería casualidad?. La mujer respondía por Madame Laborde-line y se había quedado sola cuando su hijo se marchó a vivir con su esposa.

Estaba claro que las víctimas de este tipo eran mujeres viudas, con alguna pequeña fortuna y necesitadas de algún hombre que cuidara de ellas. Por lo menos consegui una conexión, el nombre del hombre, Dupont, no me servía de mucho porque este tipo de delincuentes jamás utilizan sus nombres auténticos. Pronto, continuando con la investigacion encontré una mujer y su hijo desaparecidos en 1915, además Madame Cuchet también tenía 39 años, viuda que vivía con su hijo de 17 años, consegui ponerme en contacto con su hermana que me contó algunas cosas interesantes, por ejemplo que Madame Cuchet quería dejarle a su sobrino para marcharse con un caballero llamado Dupont, por lo visto perteneciente al servicio secreto, su hermana lo había conocido a través de los anuncios del periódico. Llame a los servicios secretos de la nación y me respondieron que no tenían ningún agente con tal nombre.

Entonces aparecieron los expedientes de otras mujeres con ahorros pero que se encontraban solas, como Madame Heon viuda de 55 años y cuyo hijo había muerto en la guerra. También Madame Jaume una divorciada de 35 años, por los datos obtenidos parece ser que buscaba esposo, había desaparecido sin rastro alguno, no era probable que se hubiera marchado por propia voluntad con ningún hombre, ya que era muy religiosa y sólo aceptaba la unión por vía matrimonial.

Llamaron mi atención otros dos expedientes de mujeres que evidentemente manejaban mucho dinero, Anne Marie Pascal de 36 años y que supuestamente trabajaba de costurera aunque todo el mundo sabía que su fortuna la había conseguido con la prostitución. Al igual que una bella y conocida prostituta llamada Marchadier, también de 36 años. Con esto saqué mis cábalas y pensé que quizás la Señora Heon de profundas convicciones religiosas le habría dado algún problema con el tema del matrimonio y evidentemente las otras dos no le daban este problema, y manejaban dinero en efectivo, dinero negro que no dejaba rastro alguno.

Los datos decían que era un hombre calvo y con una gran barba, de mediana edad y muy educado, muy poca información, pero a mí me recordó  el aspecto de un pirata llamado Barba Roja, en cambio se presentaba como un príncipe azul, le puse el apodo de Barba Azul, descarté por completo el nombre de Dupont porque bien podría utilizar cualquier otro nombre, Dupont no existía en el servicio secreto y tampoco era empleado del servicio postal.

Así la lista de posibles víctimas fue creciendo, pero siguiendo sus rastros no encontraba conexión alguna que me acercara a Barba Azul. Era tremendamente inteligente, meticuloso y jamás dejaba rastro alguno, pero no existe el crimen perfecto y tarde o temprano cometería un error. Y así fue, resulta que la hermana de una de mis posibles víctimas (Madame Bussons, viuda de 46 años) vio por casualidad a un hombre que respondía a las características del sospechoso y se presentó en mi despacho para comunicarlo, el presunto asesino habría sido visto por la mujer en una tienda de obras de arte. Me puse en marcha rápidamente, reuní algunos agentes para dirigirnos al lugar, pregunte al dueño del establecimiento que me dio enseguida la pista definitiva, Barba Azul había entregado su tarjeta de presentación; "Lucien Guillet, 76, Rochechouart".

A la dirección señalada nos dirigimos el 11de noviembre de 1919, lo recuerdo perfectamente, me acompañaba mi compañero el inspector Brandenperger, esperamos hasta las nueve de la noche para asegurarnos de que nos lo encontraríamos allí, no podíamos esperar a que se diera cuenta. Tocamos la puerta, efectivamente nos abrió el hombre que buscábamos, en esos momentos se encontraba con el una joven de cabellos dorados que declaró que era actriz y se llamaba Fernande Segret. Todavía nos faltaba por saber el verdadero nombre del sospechoso, cosa que se aclaró con las pruebas que obtuvimos días más tarde en la casa, se llamaba Henrri Desíre Landru nacido el 12 abril 1869 en París, casado con Mary Catherine Remy y padre de cuatro hijos.

Pero el resto de pruebas le delataban como asesino de mujeres. Guardaba meticulosamente recortes de los periódicos de las páginas de contactos en las que aparecían anuncios publicados por el. Además de numerosas cartas perfumadas entre las que destacaba una de la viuda Buissons, una de las desaparecidas. Pero lo más significativo era una agenda donde recogía minuciosamente todos los viajes realizados a la localidad de Gambais, donde poseía en calidad de alquiler una villa, ¿sería allí donde escondía a sus víctimas?.

Días más tarde nos dispusimos a inspeccionar dicha villa, encontramos una gran cantidad de ropa de mujer que posiblemente guardaba como trofeo, pero sin rastro de las desaparecidas. Finalmente dimos con un pequeño horno en el sótano del edificio, revisamos y en su interior repleto de cenizas encontramos algunos fragmentos óseos humanos, según nuestros forenses. Nos quedamos horrorizados de la meticulosidad con que trabajaba este hombre, no había dejado prácticamente rastros y no se podía demostrar científicamente que fuera el autor material de los mismos, aunque teníamos motivos bastante sólidos para demostrar su culpabilidad.

Lo que más me impresionó de aquel hombre, era su frialdad, meticulosidad pero siempre mostrándose distante durante el proceso judicial y tremendamente arrogante pero delicado en sus formas. En ningún momento parecía preocupado por lo que le esperaba. Pero finalmente será ahorcado próximamente, no sabemos cuántas mujeres hizo desaparecer en su horno infernal pero por lo menos nos hemos librado de un ser tremendamente cruel y peligroso. Aun así hay que reconocer su habilidad de seducción, durante los dos años que se ha celebrado este juicio ha recibido cartas de muchos admiradores, mujeres que le declaraba su amor y hombres que querían verle presentarse a las elecciones, una locura.

 

El inspector Belin, cerró su pequeño diario y se quedó pensativo durante un breve momento, al fin y al cabo se sentía mejor contando las evoluciones de un caso tan complicado, la prensa había llevado demasiado lejos aquel asunto, pero finalmente habían atrapado y condenando aquel peligroso psicópata. No obstante, no se sentiría completamente seguro hasta que no viera rodar su cabeza y se apagara la vida de aquel miserable.

 

[Landru fue ejecutado el 25 febrero 1922, por medio de una guillotina instalada en la cárcel de Versalles]

[el 25 de enero de 1968, apareció un cadáver flotando en un pequeño lago, bajo un árbol a orillas de aquel lago se encontró una carta que decía lo siguiente; "A nadie culpen de mi muerte. Sufrí por Landru, que aún sigo amándolo. Ahora, podré reunirme con el". El cadáver pertenecía a una mujer de 70 años, su nombre era Fernande Segret, la mujer de los cabellos dorados.]

 

HÉCTOR DE TROYA
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario