Hace unos días me regalaron uno de los muchos curiosos
objetos contra supersticiones, "El ojo que todo lo ve", para los que
habéis puesto cara rara, deciros que es una especie de talismán contra el mal
de ojo que se vende en las tiendas de souvenirs en Turquía y en los países del
próximo oriente en general. Si lo llevas puesto se supone que aunque te echen
una de esas miradas asesinas, o alguien te desee un mal por pura envidia, pues
eso, no te pasa nada y te vas de rositas. En esa tesitura, me dio por reflexionar
sobre la mala suerte, seguro que a veces os da la impresión de que hay personas
gafes, otras veces son objetos, el que
los posee está perdido, el dichoso chisme le hace la vida imposible. Y de eso
mismo quiero hablar, una de esas historias
del estilo de "la maldición de Tutancamom ", relacionado con un objeto en concreto, un coche de carreras.

James Dean, nació en Indiana (Estados Unidos) en el año
1931, era uno de esos actores jóvenes de aspecto rebelde de los años 50, ya
sabéis, uno de esos tipos durillos y malotes, además de guapos y que se
llevaban a las tías de calle. Antes de cumplir los 24 años ya había alcanzado
la fama con las tres películas que rodó, "Al este del edén",
"Rebelde sin causa" y "Gigantes", en esta última todo el
mundo tiene la imagen de la lluvia de petróleo que le cae encima y le deja
pringado pero contento. Con estas pelis ganó mucha pasta, casi como si el pozo
petrolífero hubiera sido suyo de verdad, con lo que decidió gastarse el dinero
en su afición favorita, los coches de carreras.

Tranquilos, no nos pongamos nerviosos, el post acaba de
empezar, la historia todavía tiene que dar algunas vueltas y se os pondrán los
pelillos de punta. Tenemos entonces un coche destrozado en la cuneta de una
carretera, es el bolido de un actor famoso, las piezas tienen cierto valor para los frikis
y seguidores de Hollywood. Un mecánico y famoso restaurador de coches llamado
George Barris compró los restos del Porsche por $2500, todavía se podían
reutilizar algunas piezas que además con el paso del tiempo podían
revalorizarse. Envió una grúa con la intención de recoger el coche, no se sabe
por qué pero una vez que el coche estaba encima de la grua, las correas de
sujeción se rompieron, el coche cayó de golpe y aplastó la pierna del pobre
gruista. Finalmente el nuevo dueño decidió vender el coche por partes, dos
ruedas fueron a parar a un coche de competición, llegó el día de la carrera y
el coche se salió de la calzada porque los neumáticos habían reventado, el
piloto quedó en estado de coma. El motor y la caja de cambios pasaron a otros
dos coches de competición, estos dos coches en plena carrera sufrieron un
accidente por problemas mecánicos, uno de ellos se empotro contra un árbol y el
piloto perdió la vida, en cambio el otro competidor quedò gravemente herido.

Otra grúa cargó lo poco que quedaba del bólido, se dirigía
al desguace pero en el camino sufrió un accidente y el conductor del otro
vehículo implicado murió. El coche regresó al garaje de Barris, este volvió a
subirlo en otras dos ocasiones a otras grúas para transportarlo al desguace,
las dos veces sufrieron accidentes sin consecuencias. Por fin consiguió
quitárselo de encima y los restos del coche desaparecieron para siempre, nadie
sabe a ciencia cierta dónde se encuentran, yo por mi parte no recomiendo
investigar sobre su paradero.
Y para rizar el rizo, he de deciros que el mecánico y el
fotógrafo de Dean no habían, muerto en el accidente, uno de ellos murió de
cáncer en 1995 y el otro de un accidente de tráfico en Alemania en el año 1985.
No se vosotros, pero a mí me parece muy extraño toda esta
coincidencia, no soy supersticioso ni veo los programas de Iker Jiménez, pero
estas cosas dan muy mala espina. Por si acaso no me pienso quitar el amuleto que me regalaron, os recomiendo que
hagáis lo mismo sobre todo si estais viendo alguna de las películas del chico
rebelde de tupé y cigarrillo.
HÉCTOR DE TROYA
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