

Mucho tiempo después, en el año 218 a. C. la poderosa Roma
desembarco parte de su poder militar en la costa catalana con la intención de
cortar los suministros de los cartagineses a los que se enfrentaban por el
control del Mediterráneo. Aunque una vez que terminaron estos enfrentamientos
con el enemigo africano, decidieron quedarse en el territorio de la península
ibérica centrándose especialmente en el levante y Andalucía que consiguieron
romanizar con relativa facilidad. Los primeros problemas los encontraron con los pueblos Celtiberos,
esto lo conformaban una serie de tribus relacionadas entre sí tiempo atrás y
que eran la mezcla entre algunos de los antiguos celtas y los iberos, habitaban
en la zona norte de Portugal, la meseta y la Rioja entre otros. Los Vascones se
posicionaron rápidamente con los romanos, viendo su diferencia armamentística y
organizativa con lo que pasaron a formar parte del ejército romano como tropas
auxiliares. De esta manera se producen una serie de enfrentamientos entre las
fuerzas imperiales romanas y las Celtiberos que finalizan con la victoria de
los primeros en Numancia en el 133 a. C., a los romanos les hicieron falta
60,000 hombres para reducir a los feroces defensores.
Mientras tanto las tribus de nuestro territorio seguían
instauradas en la vertiente norte de la cordillera cantábrica, prácticamente
ajenos a estos acontecimientos, aunque lo bastante cercanos como para tener la
influencia de los romanos, que traían el latín, y de los Vascones. No es cierto
que los pueblos de las montañas resistieran ferozmente a los romanos, cuando quisieron, las fuerzas romanas se introducían
en estos territorios con el fin de controlar zonas que tuvieran importancia por
sus recursos naturales, ya que se conocen restos de calzadas romanas.
Finalmente en el siglo I d. C., el propio emperador Augusto
se puso al mando de sus ejércitos para conquistar los territorios montañosos,
en lo que se conoce como las guerras cántabro -astures. Ya en estas guerras,
tanto Autrigones, Caristios como Várdulos estaban con mayor grado de aceptación hacia
los romanos y muchos de ellos pasaron a formar parte de las tropas auxiliares
romanas, incluso posteriormente aparecen en las guerras contra los germanos tiempo
después.
De esta época del emperador Augusto, es el escrito de este
historiador griego llamado Estrabón, cuando lo podais leer os daréis cuenta de
que trabajaba para Roma y de la idea que tenían los conquistadores sobre los
pueblos que habitaban el litoral cantábrico, generaliza muchísimo y señala que
fueron los romanos los que trajeron la civilización. Esto me suena de otros
imperios que en nuestros días quieren llevar la "democracia" a los
lugares que conquistan, en fin, que poco hemos cambiado. Tampoco os perdáis el mapa
que dibujó el propio Estrabón y fijaros en lo curioso que es, en las formas en
las que traza la geografía de la península ibérica.
"Los últimos son los ártabroi, que habitan cerca del cabo
que llaman Nérion (Nervion), donde se
une el lado occidental y el septentrional. […]

[…] En la región sita entre el Tágos (Tajo) y el país
de los ártabroi habitan unas treinta tribus. Esta región es naturalmente rica
en frutos y en ganados, así como en oro, plata y muchos otros metales; sin
embargo, la mayor parte de estas tribus han renunciado a vivir de la tierra
para medrar con el bandidaje(184), en luchas
continuas mantenidas entre ellas mismas, o atravesando el Tágos, con las
provocadas contra las tribus vecinas. Pero los rhomaíoi (romanos), poniendo
fin a este estado de cosas, las han obligado en su mayoría a descender de las
montañas a los llanos, reduciendo sus ciudades a simples poblados, mejorándolos
también con el establecimiento de algunas colonias entre ellos. El origen de
tal anarquía está en las tribus montañesas, pues habitando un suelo pobre y
carente de lo más necesario, deseaban, como es natural, los bienes de los
otros. Mas como éstos, a su vez, tenían que abandonar sus propias labores para
rechazarlos, hubieron de cambiar el cuidado de los campos por la milicia, y, en
consecuencia, la tierra no sólo dejó de producir incluso aquellos frutos que
crecían espontáneos, sino que además se pobló de ladrones. […]
[…] Todos los habitantes de la montaña son sobrios:
no beben sino agua, duermen en el suelo, y llevan cabellos largos al modo
femenino, aunque para combatir se ciñen la frente con una banda(188). Comen
principalmente carne de cabrón; a Áres sacrifican cabrones, y también cautivos
y caballos; suelen hacer hecatombes de cada especie de víctima, al uso griego,
y por decirlo al modo de Píndaros, "inmolan todo un centenar".
Practican luchas gýmnicas, hoplíticas e hípicas, ejercitándose para el
pugilato, la carrera, las escaramuzas y las batallas campales. En las tres
cuartas partes del año los montañeses no se nutren sino de bellotas, que, secas
y trituradas, se muelen para hacr pan, el cual puede guardarse durante mucho
tiempo. Beben "zýthos", y el vino, que escasea, cuando lo obtienen se
consume en seguida en los grandes festines familiares. En lugar de aceite usan
manteca(189). Comen
sentados sobre bancos construidos alrededor de las paredes, alineándose en
ellos según sus edades y dignidades; los alimentos se hacen circular de mano en
mano; mientras beben, danzan los hombres al son de flautas y trompetas,
saltando en alto y cayendo en genuflexión. En Bastetanía las mujeres bailan
también mezcladas con los hombres, unidos unos y otros por las manos(190). Los
hombres van vestidos de negro, llevando la mayoría el "ságos"(191), con el
cual duermen en sus lechos de paja. Usan de vasos labrados en madera, como los
keltoí(192).
Las mujeres llevan vestidos con adornos florales. En el interior, en lugar de
moneda practican el intercambio de especies o dan pequeñas láminas de plata
recortadas(193). A los
criminales se les despeña, y a los parricidas se les lapida, sacándolos fuera
de los límites de su patria o de su ciudad. Se casan al modo griego. Los
enfermos, como se hacía en la Antigüedad entre los assýrioi, se exponen en los
caminos para ser curados por los que han sufrido la misma enfermedad(194). Antes de
la expedición de Broútos, no tenían más que barcas de cuero para navegar por
los estuarios y lagunas del país; pero hoy usan ya bajeles hechos de un tronco
de árbol, aunque su uso aún es raro. Su sal es purpúrea, pero se hace blanca al
molerla(195). Así viven
estos montañeses, que, como dije, son los que habitan en el lado septentrional
de Ibería; es decir, los kallaikoí, ástoures y kántabroi, hasta los ouáskones (vascones) y el
Pyréne, todos los cuales tienen el mismo modo de vivir(196). […]"

No hay comentarios:
Publicar un comentario