Jóvenes de los lugares más desfavorecidos de la tierra, cayucos, fronteras, dejando atrás el hambre, la guerra, la desigualdad pero también la familia, los viejos sueños de libertad, la infancia y los recuerdos. ¿Qué les espera en el llamado primer mundo? No importa, la esperanza es lo último que se pierde, puede que encuentren más desigualdad en forma de racismo y xenofobia, quizás encuentren trabajo o una forma de buscarse la vida, también aparecerá buena gente, que los acoja, los proteja, que les de una oportunidad antes de juzgarles sin conocerles.
Ahora vivimos tiempos difíciles, siempre el que llega es desconocido, el foráneo es recibido con recelo, con desconfianza, aparecen mensajes de sectores peligrosos, que nos advierten sobre el peligro del emigrante, ¡nos quitarán el trabajo!, ¡Sólo vienen delincuentes! O ¡que se vayan a su país!. Apartemos esas ideas, no volvamos a caer en la trampa de estos mensajes ultraconservadores, esas personas sólo son humanos como nosotros, mejores, peores y regulares, como nosotros. Son tan parecidos que incluso algunos de nuestros abuelos llegaron aquí, a Euskal Herria, dejaron atrás todo lo que querían o lo poco que tenian para buscarlo aquí, y se quedaron para siempre. Además, el pueblo vasco también ha buscado durante la historia nuevos horizontes, antes de que Vizcaya se convirtiera en foco industrial.
Con este escrito quiero rendir tributo a los emigrantes que llegaron allá por los años 50 y 60, lo quiero hacer porque gracias a ellos ahora yo estoy aquí, pero esto sólo no vale para los hombres y mujeres que llegaron de Castilla, Andalucía o Extremadura, también vale para los vascos que anteriormente habían atravesado el Atlántico, en Estados Unidos o en América Latina buscaban nuevos horizontes. Por todos ellos y por los que llegan y quedarán en el futuro, no olvides jamás el pasado querido amigo, y cuando leáis esto pensar un poco antes de juzgar injustamente, ¿o acaso no somos todos iguales?. RECAPACITA, RESPETA y AYUDA.
Llegó la hora de partir, un tren llega a la estación a la hora señalada, muchos hombres jóvenes esperan en el andén, no se sabe a donde se dirigen, estas imágenes vistas desde aquí están en blanco y negro, podría ser una película, pero no lo es, sólo hemos abierto una ventana imaginaria al pasado, algunos a esto le llaman historia. Hay muchas maletas que acompañan a los viajeros, la mayoría de ellas destartaladas, agujereadas, de madera o cartón, que en el interior sólo contienen algunas mudas, ropas viejas, algo de esperanza y muchos sueños e ilusiones de futuro, un futuro mejor para ellos y sus familias.
Efectivamente, esta estación podría estar en cualquier lugar de Andalucía, de Extremadura o Castilla, las vías del tren y una vieja y pequeña estación con un gran reloj que marca la hora, hay que prestarle atención si no se quiere perder el tren del destino, cual difícil ha sido conseguir el pasaje de los sueños, gracias a los ahorrillos de la familia se ha comprado más de un billete. Por fin se adivina la llegada de la humeante locomotora que se acerca ruidosa a la estación, muchos de estos jóvenes se abrazan a sus familiares, lloran, se emocionan porque no saben lo que se encontrarán en el futuro, los más viejos aportan sus consejos a estos jóvenes que buscan hacerse un hueco en esa dura vida. Muchos son los posibles destinos, principalmente los entornos industriales de Cataluña, País Vasco y Madrid, que más da, la cuestión es buscar un trabajo que les permita llevarse algo a la boca, luego ahorrar para traer a la esposa a su lado, empezar una vida nueva en algún lugar muy lejos de su tierra, de su juventud, de su infancia.
El ferroviario baja la bandera y da la orden de salida, desde el interior de los vagones las últimas miradas tristes a los parientes que no saben qué hacer y hacia dónde mirar, las ruedas del tren comienzan a moverse cada vez más rápido, suena el silbido de la locomotora que escupiendo vapor acelera rumbo al norte, a las zonas industriales donde se ofrece trabajo, no como en los pueblos que se dejan atrás, donde los latifundistas mantienen aplastados a los jornaleros, robándoles el futuro, privándoles de sus sueños y subiéndoles en la desesperanza y la pobreza. Es insoportable, es mejor renunciar a peligrosos jornales y buscar tierras más favorables, tendrán que trabajar pero ganarán algo para ahorrar, muy poco pero algo es algo.
En el vagón coinciden bastantes hombres, comparten no sólo el asiento, también lo poco que tienen, algún pedazo de queso o salchichón del pueblo para engañar al estómago, mucho tabaco y algo de vino si se puede, cada uno aporta lo que tiene aunque puede que sean desconocidos entre ellos y que una vez que llegue a su destino puede que se separen y no se vean nunca más. Como tenemos que elegir un destino vamos a proponer que sea el País Vasco, casi todos buscarán la industria pesada bilbaína, otros se dirigirán a Guipúzcoa, especialmente a Mondragón o Eibar, la Unión Cerrajería y las viejas armerías son las oportunidades para los más afortunados. Si no, hay otras empresas que empiezan a nacer, como las cooperativas, o si no es suficiente siempre se puede practicar el pluriempleo, eso sí con fatigosas jornadas laborales de 14 o 15 horas, todo sea por traer algún pariente si la cosa va bien e incluso la esposa.
Han pasado largas horas desde que partieron y este tren llega a su destino, vamos a elegir al azar que sea la ciudad de Vitoria en la provincia de Alava, algunos viajeros aconsejados por conocidos han elegido embarcar en el ferrocarril llamado vasco -Navarro, con destino a Mondragón, dicen que se puede encontrar alojamiento en los pueblos de alrededor. El ferrocarril de vía estrecha desciende vertiginosamente por las abruptas laderas, auténticos desfiladeros que dirigen al vehículo hacia el valle, el tren camina entre la niebla como si fuera un fantasma, la humedad y el frío provoca que las finas ropas de los viajeros del sur no les proteja como debiera, en estos lugares los inviernos son largos y desagradables, pero la fuerza que da la juventud supera los miedos, los fríos y lo que venga.
El tren se detiene finalmente en algún pueblo de estos, aquí el sol es menos intenso, las gentes desconocidas, que hablan un idioma diferente, parecen fríos en un primer momento pero entre ellos también hay gentes que les acoge con cariño, pero mientras se protegen entre ellos mismos, es imprescindible encontrar un lugar donde guarecerse, aunque sea amontonados en auténticas casas de goma. Mañana habrá que ponerse a buscar empleo o empleos, la búsqueda de un futuro honroso se pone en marcha y algunos lo encontrarán y volverán a su pueblo, otros se quedarán definitivamente en la nueva tierra que les ha acogido, donde naceran sus hijos y sus nietos, pero jamás olvidarán la tierra que les vio nacer, donde pasaron su infancia y algo de su juventud, mientras vivan los padres y los familiares tomarán el camino de vuelta pero sólo en las vacaciones de verano, siempre que lo permita la economía.
Como canta el cantautor Ismael Serrano, "las aves migratorias siempre encuentran el camino de regreso". Que sirva esto como llamamiento a hermanarnos con los nuevos viajeros, ahora puede que lleguen desde Perú, Senegal o Marruecos, pero de aquí en adelante puede que sean nuestros vecinos, algunos de ellos nuestros amigos si nos tratamos con respeto como seres humanos que somos.
HÉCTOR DE TROYA
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