La República de Haití, esa isla caribeña que
desgraciadamente relacionamos con la pobreza y los desastres naturales, tiene
un hecho histórico que pudo cambiar el destino de miles de esclavos
afroamericanos. Fue un proceso revolucionario desde 1791 a 1804, empezando por
un levantamiento de esclavos dirigido por un sacerdote vudú llamado Boukman.
Aunque otros actores más importantes conseguirían la independencia de la
primera nación americana, este hombre podría ser el instigador de la
revolución.

La colonia francesa de Saint Domingue, era a finales del XVIII un auténtico infierno terrenal para el casi
medio millar de esclavos que trabajaba en las plantaciones de caña, superar 15
años de explotación brutal era poco habitual. La mayoría de negros eran traídos
de África que más tarde entrarían en conflicto con la minoría de libertos y
mulatos que tenían algunas libertades. No obstante los propietarios blancos
eran los amos del territorio, sus terratenientes y capataces empleaban mano
dura con los esclavos.
Pero en 1789 se produjo en la metrópoli la Revolución
francesa, se redactaron los Derechos del hombre pero sin incluir a mulatos y
negros libres o esclavos. Aunque la idea de libertad e igualdad entre los
hombres impregno el alma de los sin nombre, solo faltaba una chispa que
incendiara la yesca.
Se piensa que Dutti
Boukman fue adquirido de una plantación de Jamaica, lo especial de este hombre
era su rango de houngan, un sacerdote
vudú como él, practicaban sus ritos en secreto y tenían gran prestigio entre
los esclavos. Se cuenta una historia entre el mito y la realidad que el 22 de
agosto de 1791 se produjo una ceremonia mágica en la que Boukman bebió sangre
de jabalí, siendo así nombrado líder. Aquella noche se pondrían las mimbres de
la primera rebelión esclava que triunfo.
Por la mañana los esclavos se levantaron en masa, quemaron
muchas plantaciones y mataron a algunos amos. El trato inhumano durante tanto
tiempo provocó la ira de los rebeldes y la violencia fue tremenda. En aquellos
días participaron algunos líderes de la próxima revolución. Las tropas
coloniales contraatacaron sofocando la rebelión y atrapando a Dutti Boukman y quemándolo
en la hoguera. Su cabeza, clavada en una pica, fue expuesta como aviso a
navegante, pero fue entonces cuando surgió el mito.
De todas maneras, el proceso revolucionario no tenía marcha
atrás, como tantas otras veces la ejecución del rebelde lo convierte en mártir,
un ejemplo de lucha y resistencia para sus semejantes. Es curioso ver como la
historia señaló a un esclavo capaz de hacerse a sí mismo en una situación extrema.
Aquella noche de verano el houngan invocó a los dioses y dijo unas palabras que
iniciaron la leyenda de la revolución olvidada.
“El dios que creó la
tierra; el dios que creó el sol que nos brinda la luz. El dios que sostiene los
océanos; que hace tronar al rayo. Nuestro dios que tiene oidos para
escucharnos. Tú, dios, que te alojas en las nubes; que velas por nosotros desde
donde resides. Tú puedes ver cómo el hombre blanco nos inflige grandes
sufrimientos. El dios del hombre blanco lo mueve a hacernos daño. Pero tú,
nuestro dios, quieres que seamos justos. Nuestro dios es tan bueno, tan justo,
que nos ordena a vengar el mal que se nos hace. Es él, nuestro dios, que dirige
nuestras armas y nos traerá la victoria. Él nos asistirá. Desechemos la imagen
del dios blanco que ha sido tan cruel con nosotros. Escuchemos la voz de la
libertad que clama en todos nuestros corazones.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario