Tenemos la tendencia en estos días difíciles, de olvidar a
nuestros referentes. ¿Como se puede construir algo si olvidamos el pasado?, sin
héroes legendarios que dieron su sangre por la causa de la libertad. En este caso
¿Quién conoce a Félix Urtubi?, pocos recuerdan las gestas de este caballero del
aire, teniente, as de la aviación republicana, atxabaltarra de corazón.
Su historia es digna de un largometraje holiwudiense, pero no nació en Missuri, ni pertenecía a la aristocracia germana, solamente era hijo de un boticario y eso no pone en Beverly Hills.
Su historia es digna de un largometraje holiwudiense, pero no nació en Missuri, ni pertenecía a la aristocracia germana, solamente era hijo de un boticario y eso no pone en Beverly Hills.
Quiero que le conozcáis, pero lo haremos de una forma
original, aprovecharemos los atributos del dios Mercurio para que encuentre en
el mas allá a Félix y le entregue la
carta de este paisano admirador. Es de justicia recuperar su memoria, podría
tener una estatua, o poner su nombre a una calle pero mientras una sola persona
lo recuerde, el Teniente sigue volando.
Aretxabaleta, a 18 de enero de 2016
Camarada Félix:

En la vanguardia de todos ellos estabais vosotros, alas rojas, aviadores republicanos, héroes que arriesgaban en desigual combate ante la amenaza extranjera, lacayos de Franco que tiñeron los cielos de esvásticas y banderas italianas, de sangre pueblos y ciudades.
Recuerdos de infancia en la calle Otálora, en la farmacia del aita, frente a la Parroquia, pero tu soñabas con volar como los pájaros y ser libre en la inmensa cúpula azul. Ahora yo paseo con mi silla de ruedas por esa calle, donde no queda ni rastro de la Farmacia Urtubi, con tu hermano Pepe terminó la dinastía de farmacéuticos. Pero pienso en ti, veo una vieja foto de colores sepia, donde apareces tú, oficial del ejército destinado en África, antes de la sucia Guerra del 36.
Tus hazañas fueron
propias de las películas, hay que tener agallas para desobedecer a un superior,
un teniente de un ejército sublevado, la orden era injusta y tu corazón leal.
Aquel truhan hubiese acabado contigo, menos mal a ese arma, perdona por la
expresión, que llevabas en los huevos y a tu rapidez para ajusticiarlo, todo en
pleno vuelo. Así aterrizaste en Madrid para luchar con el bando de los parias,
arrimar el hombro pilotando viejos aeroplanos frente a los modernos cazas de la
Lufwuafe. Pero tu arrojo se hizo legendario, loco te llamaban unos, héroe
otros, te pusieron apodo “Diablo Rojo”.
Te derribaron por primera vez en tierras de Extremadura, al otro lado de las líneas enemigas, aquél 18 de agosto del 36. Podían haberte destinado a Inteligencia, ya que disfrazado de campesino, conduciendo un asno, llegaste a la base y pediste otro avión.
Te derribaron por primera vez en tierras de Extremadura, al otro lado de las líneas enemigas, aquél 18 de agosto del 36. Podían haberte destinado a Inteligencia, ya que disfrazado de campesino, conduciendo un asno, llegaste a la base y pediste otro avión.
Entonces llegó aquél
fatídico 13 de septiembre de 1936, pilotabas en misión de reconocimiento un
viejo bombardero, te acechaban 3 Fiat italianos, los cazas más sofisticados de
su tiempo. No había salvación pero no te ibas a entregar sin plantar cara y a
las primeras mandaste a uno de aquellos a acompañarte al infierno, apenas te
dio tiempo a pensar y estampaste tu avión incendiado contra un segundo enemigo,
el joven italoamericano que pilotaba el Fiat corrió mejor suerte, pero a ti te
llegó el final a los 30 años, con mujer y una hija.
Durante mucho tiempo se ignoro tu vida sacrificada, en Aretxabaleta nos olvidamos de ti, hasta que unos admiradores, te sacaron del olvido y nuestra alcaldesa de entonces te alabo en público frente a tu hija y tu nieta, en una sala abarrotada.
Me quedo con una frase que dijiste un día que te preguntaron sobre el miedo a morir, “El día que no pueda hacer otra cosa, perderé la vida pero no se me escapara el avión enemigo”.
Durante mucho tiempo se ignoro tu vida sacrificada, en Aretxabaleta nos olvidamos de ti, hasta que unos admiradores, te sacaron del olvido y nuestra alcaldesa de entonces te alabo en público frente a tu hija y tu nieta, en una sala abarrotada.
Me quedo con una frase que dijiste un día que te preguntaron sobre el miedo a morir, “El día que no pueda hacer otra cosa, perderé la vida pero no se me escapara el avión enemigo”.
Adiós compañero, si de
alguna manera, puede usted leer estas líneas, sepa Teniente Urtubi que algunos
en Aretxabaleta no permitiremos que se ignore su leyenda.
Un abrazo
revolucionario, Félix, Herriak ez du barkatuko.
Héctor Prieto
Héctor Prieto
Nos enseñan historia de paises extranjeros y que poco sabemos de nuestra propia y cercana historia
ResponderEliminar