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Al otro lado
de la ventana las gotas se posan sobre los cristales, el lluvioso mes de abril
a los ojos del espectador crea una sensación de tristeza y melancolía, pero
también de esperanza por la llegada inminente del Mayo florido que se avecina.
Lo mismo ocurre con este precioso poema que une a la vez sentimientos
melancólicos y esperanzadores, es un aviso para todos aquellos marineros que
navegan en estas aguas turbulentas de la vida, pero también nos dice la valiosa
belleza de la vida y nos evoca la lucha para mantenerla y disfrutar. Cada uno
podemos sentir la poesía de una forma diferente pero en esta ocasión veremos
qué significa en la vida del autor, para ver la relación del tema de la lucha
en el frente guipuzcoano en la guerra civil. Por una simple razón, porque el 24
abril 1937 las tropas del general Mola en el pueblo de Elgeta, habían
atravesado el frente atrincherado de los montes Intxortas, siete meses había
resistido, de los cuales cuatro días prácticamente seguidos soportaron una
lluvia intensa de fuego de artillería y bombardeos aéreos.
Días antes
del 20 abril, los milicianos y gudaris de Aretxabaleta habían intentado sujetar
a las tropas franquistas que llegaban desde Alava, sólo armados con escopetas y
pistolas sin apenas munición. Fue una resistencia desigual pero gracias a ellos
se permitió que llegara armamento procedente de Checoslovaquia y que permitiría
la heroica resistencia en el alto de los Intxortas.
Se dice que
aquel 20 abril 1937 era un día lluvioso en el que se sentía una calma tensa, un
silencio antes de estallar la tempestad, antes de entrar en erupción el volcán
de la Legión Cóndor, aquellos miserables que vinieron a probar sus mortíferas y
modernas armas con las que asolarían Europa tres años después. Los gudaris,
entre los que había hombres de todas las ideologías y partidos políticos que
defendían la República, que defendían su hogar, la libertad y la paz. Algunos
eran nacionalistas vascos, otros socialistas, comunistas, anarquistas e incluso
algunos voluntarios internacionalistas, solidarios con cualquier hermano
antifascista. No tardaron en llegar los primeros ataques sobre las posiciones
atrincheradas en las alturas, carlistas y mercenarios marroquíes trataron de
tomar al asalto las trincheras pero fueron rechazados valientemente por los
defensores, les crearon grandes bajas y dudas a los mandos.

Pero la cosa
quedó clara aquel día, los mercenarios, soldados sublevados y carlistas no
pudieron vencer aquella batalla por la fuerza, no fueron capaces de asaltar las
posiciones de los gudaris y les quedó una rabia interior por no haber vencido
por aplastamiento. Aquellos gudaris, milicianos e internacionalistas habían
luchado hombro con hombro, la solidaridad entre ellos mismos les dio una fuerza
impresionante que les permitió resistir semejante ataque.
Por
desgracia, aquellas rabia contenida la descargaron contra los civiles que
quedaban en el pueblo cercado de Elgueta, los mandos dieron carta blanca a sus
hombres durante dos días para que cometieran todo tipo de actos de pillaje,
asesinatos e incluso violaciones, tanto que un mercenario marroquí fue fusilado
por sus actos de barbarie. Pero más cobarde es que algunos carlistas nacidos en
la zona también fueron partícipes de estas atrocidades, que no se deben olvidar
nunca jamás.
Hay que
contar a la juventud que unos grises y heroicos días de la primavera del 37,
unos hombres con actitud heroica y corazón de acero resistieron a los
asaltantes de la República, de la democracia y de Euskal Herria. No importaba
que tuvieran diferentes ideologías, sólo defendían su hogar, a sus seres
queridos y merecen un homenaje, también deben saber que los asesinos que
entraron en el pueblo a sangre y fuego cometieron barbaridades que han hecho
sufrir a mucha gente durante un largo período de tiempo. El mejor homenaje que
les podemos hacer, es que sus nombres no sean nunca olvidados, sus gestos y su
solidaridad sea la antorcha que ilumine nuestro futuro, un futuro libre y en
paz.
Todo esto ya
lo sabía el poeta Goytisolo, ya que en uno de los atroces bombardeos de aquella
guerra perdió a su madre cuando sólo era un niño, era el bombardeo de Barcelona
de 1938, se llamaba Julia. Cuando el poeta se casó muchos años después le puso
el mismo nombre a su hija. El poema le salió del alma y se lo dedicó a las dos,
su madre evoca el pasado, la tristeza y el sufrimiento, mientras que su hija
evoca la esperanza y la lucha hacia el futuro, hagamos nosotros lo mismo,
miremos siempre hacia adelante y no nos detengamos jamás en el camino.
HÉCTOR DE
TROYA
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