“Recordar es fácil
para quien no tiene memoria, olvidar es difícil para quien no tiene corazón”.
Gabriel García Márquez
Día si y día también en los márgenes de Europa se agolpan
miles de refugiados que huyen de la guerra y del hambre, mientras las
miserables autoridades no solo miran para otro lado, si no que establecen
pactos de la vergüenza, construyen alambradas y campos de refugiados precarios.
Entre todos, los más vulnerables son niños y adolescentes en grave situación
ante la pasividad de los gobiernos. Por eso recordar nuestra historia nos ayuda
a comprender, aunque sea muy poco, lo difícil de abandonar un hogar asediado
por las bombas.
Esa historia la constituyen los cerca de 4000 niños vascos
evacuados de Bilbao en 1937. Justo este mayo se han cumplido 80 años de
aquellos hechos dolorosos, y en Santurtzi se rindió homenaje a los ancianos
supervivientes de aquel viaje. Me refiero a los niños acogidos en Gran Bretaña,
pasajeros que arribaron en el puerto de Southampton el 22 de mayo, a bordo del
”Habana”.
Y es que una fría tarde de invierno, un anciano hombre me
contó una historia, su historia, que nunca olvidare. Un Niño de la Guerra que
recordaba con todo detalle lo que vivió y su estancia en Escocia durante la
guerra del 36. Lamentablemente poco tiempo después empezó a sufrir los efectos
del mayor enemigo de la memoria, el Alzheimer. Son personas, vidas de tiempos
difíciles y que por el paso indiscutible
de cronos cada vez quedan menos de estos niños octogenarios.
Pero nada fue fácil, Inglaterra declaró la no intervención
en la guerra de España y a las
autoridades no les hacía ninguna gracia recibir refugiados. Como tantas otras
veces tuvo que ser la sociedad civil la que presiono al gobierno para al menos
rescatar a los niños del frente vasco. Fue una cooperante llamada Leah Manning,
una maestra Laborista que logró el apoyo financiero de la conservadora duquesa
de Atholl para negociar con los gobiernos vasco y británico la evacuación de los
finalmente 3861 niños junto a 95 maestros, 120 auxiliares y 15 curas.
El barco de Habana de la flota vasca estaba construido para
800 pasajeros, a pesar de la sobrecarga la embarcación escoltada por buques de
la Royal Navy, llegó a su destino. Los niños fueron alojados en un lugar
provisional antes de ser distribuidos por Escocia, Gales e Inglaterra. En
general fueron muy bien recibidos y tratados por los voluntarios locales
durante su estancia.
La guerra en Bilbao terminó con la entrada de las tropas
franquistas en la ciudad y poco después le siguió todo el frente del norte. La
propaganda del nuevo régimen se puso en marcha para que los niños regresaran y
Gran Bretaña accedió, concentrada en la inminente II Guerra Mundial. Así, entre
1938 y 1940, todos los pequeños fueron repatriados, salvo unos 500 que se
quedaron para siempre en Inglaterra.
Son historias olvidadas en parte por la amnesia de los
vencedores, pero mientras las odiosas guerras continúen, centenares y miles de
personas se ven obligados a dejar sus hogares para salvar sus vidas. Ni
podemos, ni debemos olvidar la historia de los nuestros y con ello ser
consciente de los sufrimientos al otro lado del muro organizado por las
criminales políticas migratorias de la Unión Europea y aplicada por los Estados
miembro.
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